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Monday, September 16, 2019

Definición de Destierro



                 EL VUELO DE LA IZQUIERDA. DE MARAT, A MARX, A GRAMSCI

Giugno 23, 2019 da nikeaptera

Hugo J. Byrne

June 23 at 12:45 PM · 
Definición de Destierro
Hugo J. Byrne


Dedico este trabajo "in memoriam" a mi amigo el Capitán Piloto René García, héroe de la Brigada 2506 y del Congo en 1963-64, donde los guerreros de Cuba Libre batieron a los terroristas de Guevara. 

Cuando en septiembre de 1961 arribé por la vez primera a esta tierra norteamericana, el primer exiliado político que me encontré era un antiguo compañero de luchas. Este viejo amigo irradiaba optimismo y confianza en el futuro de Cuba, los que se manifestaban en su pensamiento: "Nunca te preocupes por lo que haga el prójimo, cumple siempre tu obligación cubana y olvídate del resto. Yo procuro que no pase un sólo día sin hacer algo práctico contra el régimen." Y con convicción firme, agregaba: "Si todos y cada uno de aquellos que abandonamos Cuba por oposición a la tiranía hacen otro tanto, los días de Castro están contados"

Este patriota de cuerpo entero no imaginaba que alguien abandonara Cuba solamente para escapar del oprobio totalitario. El exilio presumía para mi amigo una decisión colectiva, no sólo de escapar de un sistema que sofocaba la esencia fundamental del ser humano, sino al mismo tiempo un paréntesis vital, una retirada estratégica que garantizara la supervivencia y por consiguiente la habilidad de luchar por la libertad de la patria una vez más.
Este cubano, quien pasó a la historia hace muchos, años era un verdadero exiliado político. ¿Lo es quien escribe estas líneas? ¿Lo es Vd., amable lector?

Tratemos de definir serenamente, sin ánimo ofensivo ni divisionista, la frase "exilio político." Y aprendamos si esa definición de veras se nos aplica, pues es fundamental saber si realmente somos exiliados, o sólo creemos serlo, sin actuar como tales. Actuar es en este caso como en todos, el verbo que define. Aceptemos que solamente la acción nos cambia. El pensamiento nos deja en el mismo lugar en el espacio, pero la actividad nos mueve. Nos avanza si inteligente y práctica y nos retrocede si festinada y estúpida, pero siempre nos mueve. ¿No ha conocido el lector una persona de esas que se pasa la vida soñando proyectos brillantes, los mismos que nunca lleva a cabo? La vida se le termina cuando aún alimenta esas quimeras, las que permanecen para siempre quimeras.

La actuación en el caso del exiliado político siempre entraña sacrificio. Pues, ¿cómo es posible hacer algo práctico contra la tiranía, sin dedicar el tiempo necesario para esta actividad? Y ¿cómo es posible que podamos "encontrar el tiempo necesario" si nuestro día, nuestra semana, nuestro mes, los últimos cinco años fueron totalmente consumidos por nuestras obligaciones laborales y familiares? Este es un argumento poco válido. 
Seamos honestos en la respuesta a estos interrogantes; durante todos estos años, ¿nunca tomamos vacaciones, ido al cine, a la playa, a un museo, nunca nos ocupamos en alguna actividad ajena a las obligaciones cotidianas? Durante ese tiempo, ¿nunca encontramos unos minutos para mantener, en beneficio de nuestra conciencia, la honrosa condición de exiliados?

Existe otro argumento totalmente espurio que pretende justificar la inacción de quien lo esgrime y que sólo resulta en insulto a la inteligencia de quien lo escucha: "¡Que me llamen cuando se unan! ¡El exilio está totalmente dividido y lleno de individuos que engañan a todo el mundo con promesas incumplidas y que pintan situaciones que no responden a la realidad!
¿Qué relación existe entre la división del exilio o las inconsistencias de otros y la pasividad e inactividad de esos presuntos exiliados? ¿Es este un argumento legítimo? No. Es sólo una pobre excusa nacida del deseo de auto justificación.

Si realmente deseamos la unificación del exilio, ¿por qué no trabajamos para alcanzar ese objetivo? ¿Es quizás que nos hemos cansado? Félix Varela, José A. Saco y Francisco Aguilera nunca se cansaron. Ciertamente Martí nunca se cansó. Gracias a su perseverancia se logró la República. Mientras dure la tiranía el exiliado no tiene derecho a cansarse. Martí, quien como nosotros pasó en el destierro más de la mitad de su vida, definió ese deber así: "De la patria puede tal vez desertarse, pero nunca de su desventura."

Recuerdo un individuo quien sostenía que el ser humano tiene que imitar lo que hacen quienes lo rodean: "Si estoy en la administración pública y veo que todo el mundo roba, yo robo también. Y si Vd. se cree por encima de eso y se encuentra en la misma situación, verá que Vd. también roba." Le respondí que sólo los carneros hacen lo mismo que ven hacer a sus semejantes y que yo era hombre, no carnero. Le dije que gracias a Dios y a mis padres, poseía una conciencia moral y que trataba que esa conciencia presidiera mi vida.
La definición más adecuada al exilio político la da la firmeza y continuidad de ese exilio. Si Vd. amable lector abandonó el territorio cubano como protesta al régimen que lo destruye y como vía para obtener la desaparición de ese régimen, mientras ese último objetivo no se logre Vd. debe permanecer en el exilio, para poder llamarse exiliado. Quien abandona esa posición visitando Cuba bajo Castro, simplemente renuncia a ser exiliado. Eso no quiere decir que quien lo haga sea necesariamente malvado. Conozco emigrantes económicos que son muy buenas personas y mejores amigos. Este cronista no trata de decirle a nadie lo que tiene que hacer. Dios me libre de semejante pretensión. Ese debate dfícil es esencialmente entre cada cubano y su conciencia.
Por lo que a mí respecta, tengo problemas circulatorios para los que estar mucho tiempo sentado no ayuda a los 84. Pero no puedo escribir en mi PC de otra manera. Viene a la memoria un aforismo del forjador de nuestra nacionalidad José Martí, quien parece haber previsto muchos de los tristes derroteros de nuestra historia: "Mientras un pueblo no tenga conquistados sus derechos, el hijo suyo que pisa en son de fiesta la casa de quienes se lo conculcan, es enemigo de su pueblo."

Pasadena, 6/22/ 2019
Por Antonio Ramos Zúñiga

¿Nueva izquierda? No la del libertario Wright Mills. Léase izquierda postmoderna del siglo XXI, del postcomunismo y el globalismo, muy chic, sin la hoz y el martillo, cambia casaca, a veces izquierda de derechas, o arrebatada ultraizquierda traumada y nostálgica. Una izquierda que, tras la caída del muro de Berlín, perdió el puesto de mando, pero no su peso y su platea.

Al izquierdista se le llama “progre” (progresista), y en Estados Unidos son los “liberales”, en su mayoría afiliados al partido demócrata, el filósofo Noam Chomsky es su gurú ilustrado. Pero un teólogo de la liberación, que no mata ni una mosca, puede autocalificarse de izquierda (el cura Frei Betto, un enamorado de Fidel Castro). Se dan casos curiosos: Einstein abogaba por el socialismo democrático, a lo sionista. Tenemos a Obama, presidente del llamado “imperio norteamericano”, con un curriculum de izquierda, en este momento criticado por los dos bandos, liberales de categoría como David Rieff, y por Thomas Sowell, reconocido economista afroamericano de derecha. Bernie Sanders, amigo del castrismo, es el socialismo personificado en Estados Unidos. Un caso siquiátrico es el Hollywood “políticamente correcto”, con sus millonarios adictos a los dictadores: Sean Penn, Danny Glover, Michael Moore. ¿Analfabetismo político, narcisismo, reality show, negocio? Ya todo vale.

La amalgama heterogénea, pero consanguínea, de antiglobalistas y de globalistas pro Soros, de anarquistas, de “indignados contra Wall Street”, neocomunistas, marxistas culturales, ambientalistas, foquistas guevaristas y socialistas del siglo XXI (chavistas) es con frecuencia identificada con el ala radical de la izquierda, no es del todo cierto, no existe una Izquierda estandarizada anticapitalista y pro-totalitaria, hay matices como en todo, hay izquierdistas demócratas, como Bobbio. Filosóficamente y de facto un alto cúmulo de militantes sí son fans antisistema y contraculturales: todos comparten ideales sectarios y nihilistas, anticapitalistas, antifascistas, chovinistas, socialistas, maoístas y comunistas.

La izquierda como tal se considera la depositaria innata del bien social y de la salvación de los pobres, heraldo de lo nuevo (“Nouveau régime”, como acuñaron los revolucionarios franceses de 1789) y de los cambios positivos hacia la modernidad, es la contra derecha. En este sentido, la derecha equivale a la opción conservadora, retardo, “ancien régime”, obsolescencia, desigualdad, fuente del mal, de la explotación del hombre por el hombre. Eso suena romántico, hasta que la historia defraudó a la teoría. Saint-Simon, Owens, Proudhon, Bakunin, Hegel, y los sueños de Marx y Engels (le llamaron comunismo científico) desembocaron en la ingeniería social marxista-leninista y el nacionalsocialismo fascista (Mussolini y Hitler), el mundo fue un campo de batalla, de odios irracionales y sofismas. Sigue siéndolo, pero con nuevos desafíos y métodos. La izquierda política actual es más consciente, dicen sus proclamas, de que no es la única palanca de los cambios históricos, por tanto, han pasado a la fase de camaleón postmoderno, con nuevas tácticas, entremezclándose en el mainstream con las grandes élites políticas.

La “utopía desarmada”: no se lo crea.

Tampoco la Izquierda es un “fósil de pensamiento” ni una “utopía desarmada”, debido al naufragio soviético, como se ha dicho. Los martillazos del 1989 no fueron en su cabeza, sino en la Guerra Fría. Mucho antes, el abrazo de Mao y Nixon había iniciado una nueva era de convergencia y “praxis” que significó un canto de cisne del viejo orden, pero no el fin de los contrarios que desde el caso Dreyfus, con Zola, dominaron la escena ideológica, izquierda versus derecha, eurocomunismo versus comunismo ortodoxo. Las antípodas, los periecos, siempre van a existir; idealismos y antítesis; pregunten a Zenón, a Kant y Hegel, a Martí y Spencer, a Marx, al fantasma de la revolución francesa, a Sartre (estalinista) y Camus (antiestalinista), a Revel (centrista), a Ortega y Gasset (liberal social), al revisionista Bernstein, a los cementerios de la guerra y las ilusiones.

Claro que no es lo mismo un jacobino que un revolucionario de estos tiempos. Algo ha cambiado en el arte de la dominación y el disfraz. La tentación de las ideas en Occidente pasa por el libre mercado, los paraísos fiscales, los derechos humanos, por el filtro de la democracia, y por los requerimientos del victorioso Nuevo Orden. ¿Qué es eso? Que manda el capitalismo tecnocrático global, la ideología del patrón y el “mundo feliz” hedonista (cirenaicos, epicúreos y los espectros liberales), en lugar de la utopía guerrillera y las máculas sistémicas totalitarias (fascismo, nazismo, comunismo, maoísmo). Sería una locura resucitar el programa de Gotha y al Che Guevara (violencia), cuando es más atractivo disfrutar del nuevo ethos: el utilitarismo y el consumo, el seguro de desempleo, la “sociedad abierta” de George Soros, ser académico bien pagado, la civilización del espectáculo, la crematística de la imagen y el juego del poder, basado en el arte de ganar la votación de los televidentes ilusos.

Izquierda Light, tercera vía y caballo de Troya

Las nuevas reglas proscriben los excesos. En gran parte de la Unión Europea nadie querría demoler el llamado “capitalismo popular” o “sociedad del bienestar”, por ejemplo el modelo socialista sueco. En muchos países europeos gobierna la izquierda, pero ¿qué izquierda? Una socialdemocracia funcional antidogmática que ve normal la alternancia de poder, la propiedad privada y la coexistencia de clases. La poderosa Alemania es centrista, con inclinación a la derecha debido a la crisis de la emigración musulmana. En Inglaterra se dio el caso de Tony Blair, laborista de izquierda, que gobernó con patrones de derecha. Europa es sin duda el reinado de la izquierda Light, cualitativa, benefactora, neutral, no hostil al capitalismo (euroizquierda de terciopelo). Casos aparte son Italia, España, Grecia, Portugal, con sus izquierdas atrofiadas y demagogas, que parecen estar perdiendo la competencia ante el auge de la derecha nacionalista anti inmigración. En los expaíses el bloque soviético, especialmente Polonia, Hungría y la República Checa el capitalismo se ve con buenos ojos. Rusia capitalizada y autoritaria prefiere a Putin que a Alexander Solzhenitsyn. América Latina mantiene los anacronismos de la mentalidad anticapitalista clásica, plagada de castrismo, neomaoísmo, autoritarismo y politiquería y, excepto Chile, repele el liberalismo que encarnan Vargas Llosa y Carlos Alberto Montaner, seguidores de Hayek, Friedman y Popper. Venezuela contextualiza un caso de rebelión popular constante contra el socialismo chavista, desacreditado por la corrupción de estado y la pobreza, bajo el presidente autoritario Maduro, actualmente confrontado por un presidente paralelo, de ideología socialdemócrata, Juan Guaidó, reconocido por la mayoría de las democracias del mundo.

En España, la izquierda como la derecha respetan la alternancia de poder, pero ¿qué pasa cuando el mal gobierno y la corrupción deprimen la economía y golpean al ciudadano? Surgen los promotores de milagros. Actualmente una tercera vía, de pretensiones socialistas radicales y propensión separatista, entró al juego. Enarbola soluciones visionarias comparables al despatarrado chavismo venezolano. En un contexto político tan complejo como el español, la discordancia sería anómala si la ambición de poder y el populismo ultra reformista (con dosis marxista) echara por tierra el consenso pluripartidista. ¿Qué significa esto? Que en política sigue vigente el manejo de cualquier mensaje ideológico en la búsqueda del poder.

No obstante, es inimaginable que los españoles se dejen implantar un tipo de chavismo catalán (caballo de Troya). Aquí llama la atención que dos izquierdas se enfrentan, una tradicionalista decadente (Zapatero, Sánchez) y otra radical, anticapitalista, símbolo oportunista de la innovación progre: Pablo Iglesias-Podemos. Hoy día el socialismo gobierna, al sustituir electoralmente al Partido Popular (PP), y parece claro que ninguna persona razonable quiere la vuelta al franquismo, ni la confrontación, menos desmembrar a España, a pesar del latente conflicto separatista catalán. El partido socialista español (PSOE), que le ha sacado sus buenas lascas a la democracia, sería el primero en bloquear las aspiraciones de un falso redentor futurista, estilo tercer mundo. Hay que añadir que dado el caso que gobierne la derecha centrista en España, no significa que España sea un país democrático de derecha. Pareciera que es una democracia institucional abierta, pero lo cierto es que el socialismo, esté o no en el poder, controla las riendas de una monstruosa burocracia, así como la cultura, la educación y los medios de comunicación masivos (el llamado “cuarto poder”, la prensa y la TV), a la vez que intenta controlar el “quinto poder”, el Internet. La novedad española ha sido la irrupción del partido VOX, calificado impropiamente de ultraderecha. Esta nueva opción parece ganar cada vez mas votos e influencia en la política ibérica, con una programática conservadora y anti inmigración algo coincidente con Marine Le Pen, en Francia, Orbán, en Hungría, y Salvini, en Italia. La opción VOX, parece modeladora del renuevo político español.

Decadencia en el bastión de las luces

En muchos países europeos, principalmente en Francia, actualmente gobernada por el socialista Emmanuel Macron, sucesor de Francois Hollande, la izquierda es una fuerza política imponente. Desde la revolución francesa proyectó una identidad intelectual, republicana y antiburguesa, entronizada hasta los huesos en la sociedad francesa. La cultura francesa, irradiada desde el siglo de las luces, izquierdisada en la Bastilla y grandiosamente representada: Diderot, Voltaire, Rousseau, Descartes, Tocqueville, culmina en plena Guerra Fría con la promoción de una élite especialista, la “divine gauche”, antifascista, existencialista y marxista, que generó el paradigma del “intelectual comprometido”: Sartre, Camus, Simone de Beauvoir, Picasso, Paul Eluard, Althusser, Jacques Lacan, Marcuse, Foucault, muchos otros.

Los acontecimientos del Mayo francés (1968) y la era del presidente izquierdista Miterrand (1981-1995) expandió su mística e influencia, paralelo al revisionismo y a una implosión de desilusiones y deserciones, como la de Camus y Furet; surgieron nuevas voces, la “nueva filosofía” con Marx ausente o criticado (Bernard-Henry Lévy, Andre Glucksman, Alain Finkielkraut, Onfray). Los procesos estalinistas, las intervenciones militares sovieticas en Hungría, Checoslovakia y Afganistán y el fin de la URSS cuestionaron el izquierdismo, al igual que hoy se le descalifica por su silencio en el tema de las agresiones islámicas. El desencanto y las deserciones en varios países fueron un escándalo desmoralizador para la izquierda internacional (Se les fue Orwell, Camus, Unamuno, Koestler, Ignazio Silone, Costa Gavras, André Gide, David Mamet, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Semprún, Ravines, León Blum, Hitchens, Amis, E. P. Thompson, Gorvachov, y muchos otros.)

También la intelectualidad francesa de derecha (digamos mejor, de pensamiento alternativo y pragmático) tiene sus vacas sagradas: Raymond Aron, Jean-Francois Revel, Francois Mauriac, André Malraux, Simone Weil, Alain Touraine. (Ver nuestro ensayo El vuelo de la derecha, en preparación).

Un caso conflictivo en la izquierda es el intelectual Régis Debray. Este exguerrillero de las filas de Che es ahora un opositor del sistema cultural francés regido por el “poder oculto” de la izquierda política, además de pronosticar “el fin de los intelectuales”, por estar más preocupados en figurar (venta de imagen, y regalías) que en pensar.

Italia, la meca del marxismo a lo Gramsci

Precisamente Debray, en su libro El poder intelectual en Francia, editado en 1979, revela la maquinaria que rige los interiores de la cultura francesa, el “poder oculto” de la izquierda, desde la imprenta a la acción mediática y política, el control educativo y de las universidades y la infiltración en el aparato estatal y los sindicatos. Esta preponderancia en cotos de influencia de la sociedad civil mantiene viva su solvencia ideológica, contra viento y marea.

El marxismo, por estos canales, también respira en las universidades y centros de la inteligencia (think tanks) de los Estados Unidos, influyendo de manera sistemática y corrosiva en las bases del establishmen y domina la cultura. En la actualidad un socialista, el senador Bernie Sanders, ¡de mas de 70 años!, precandidato demócrata para las elecciones presidenciales del 2016, es todo un ídolo de parte de la juventud norteamericana. En este país, el socialismo libertario y la nueva izquierda de Wright Mills no son del todo concordantes con el marxismo original, pero manejan muy bien esa tenaza sarcástica de lo políticamente correcto, que tanto recuerda la represión verbal comunista y los mítines de repudio, en Cuba. El presidente Barack Omaba le dio bastantes alas a una izquierda pro globalista que pretende mutar a Estados Unidos hacia un tipo de socialismo europeo. Sin embargo, con la derrota de Hilary Clinton ante Donald Trump, en las elecciones de 2016, el republicanismo conservador y el nacionalismo, se han mantenido como rectores y como nunca antes están desmontando el sistema clintoniano y el obamismo y modelando la nueva doctrina política y económica de Estados Unidos, basada en el trumpismo anti globalista y su new deal de comercio internacionalista disuasivo. De hecho, la presidencia de Trump ha despertado el ánimo de la izquierda estadounidense, pero los excesos de radicalismo y revanchismo ultra que ha protagonizado le ha restado créditos.

La influencia de Trump y el ejemplo del Brexit británico, más la crisis de la inmigración y la corrupción de la clase estatal, han impactado la trayectoria política en varios países, donde el retroceso de la izquierda populista se hace patente, destronada por una nueva derecha nacionalista, como en Italia, Hungría, Polonia, Austria, República checa, Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Perú, Guatemala. La derecha sigue ganando terreno en Alemania, Francia, España, Países Bajos. Una victoria notable de la izquierda se produjo con la victoria de López Obrador, en México, pero la escena mexicana sigue marcada por la violencia, la corrupción y un nacionalismo disparatado. En resumen, estamos viendo un mundo que se derechiza y una izquierda demagoga y descentrada que no acierta frente a los nuevos retos del postmodernismo y la globalización.

Italia es la mejor prueba del triunfo del socialismo evolutivo, mediático, viral, de sutil escalada en los mandos de gobierno, la mentalidad de las masas y la sociedad civil, gracias al influjo del filósofo Antonio Gramsci (1891-1937), uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, en 1921, llamado el “marxista de las superestructuras”. Sin descartar la propuesta marxista-leninista de la toma del poder a la fuerza, la opción revolución de Octubre, Gramsci plantea la importancia de la “hegemonía” cultural y del dominio de las instituciones de la sociedad civil como fuente de poder. Este aporte presupone controlar las instituciones civiles, religiosas, el sistema educativo y los medios de comunicación, hasta conseguir el predominio de todo el sistema (la dirección intelectual y política de la sociedad, la hiper politización de la cultura). No sé por qué el filósofo italiano Norberto Bobbio ve estos conceptos distantes de Marx, si son más bien la continuación. El gramscismo, su versión autoritaria, es hoy un fenómeno en expansión dondequiera que la izquierda marxista impera como conciencia cultural y tribuna crítica. Es el momento de Gramsci, no de Marx (1). Este tipo de poder omnisciente, de virulenta parcialidad, te puede fusilar sin balas, si no eres “políticamente correcto”, como bien expone el escritor Armando de Armas en sendos escritos: “Del totalitarismo marxista al autoritarismo gramsciano” (2) y “La dictadura del fusilamiento virtual”(3).

Pero, ¿de dónde sale este recurso de pensamiento? Antes que Gramsci, existía la Sociedad Fabiana, fundada en 1884, matriz del laborismo británico, donde se destacaron Bernard Shaw y H.G. Wells, su plan era alcanzar el socialismo mediante el sufragio y reformas graduales, sin transformación revolucionaria a lo Marx. Desde la década de 1890, habían surgido variantes ideológicas, apartadas del marxismo puro, que ofrecían alcanzar el socialismo mediante la “evolución” pacífica y el activismo político, sin necesidad de la revolución violenta. Estas ideas, llamadas revisionistas y atacadas por el comunismo ortodoxo, se debieron a dos pensadores, el alemán Eduard Bernstein y el socialista internacionalista francés Jean Jaurés, fundador del periódico L’ Humanité, en 1904, el primero de ellos considerado el teórico de la moderna socialdemocracia europea. Estos reformistas y sus epٕígonos fueron sin duda una barrera a la expansión del totalitarismo intelectual. No sé hasta qué fueron nutrientes del virus Gramsci. Tampoco es atrevido decir que la Italia intelectual ha copiado los males de la izquierda francesa, la tesis eurocomunista de Enrico Berlinguer y el estilo del editor y conspirador Feltrinelli.

¿Cómo se manifiesta Gramsci en la sociedad italiana, qué pasa si profesas una ideología alternativa, no socialista? El escritor Carlos Carralero, radicado en ese país, habla de su experiencia:

“Finalizada la segunda guerra mundial, al devenir Italia en república, se crearon a mi juicio dos poderes, uno horizontal y otro vertical. El menos visible, el horizontal extendió sus raíces burocráticas en la base. El poder vertical por muchos años estuvo en manos de la Democracia Cristiana. Los comunistas también son una fuerza electoral considerable. El horizontal, aunque nominalmente con menos poder aparente, ha marcado la sociedad italiana: Ayuntamiento, Prefectura, sistema público de instrucción, correo, transporte público y otras instituciones, este es el territorio de la izquierda parasitaria, controlan con arrogancia la cultura, muchas parcelas de la sociedad civil, como si copiaran el pensamiento de Gramsci, revolución desde abajo, sociedad de funcionarios culturales y corrupción, comunismo vulgar… Este poder de las instituciones paralelas ha sido grande. Ha podido hacer y deshacer a su antojo… En Italia las cosas van peor porque no existe una pura socialdemocracia, ni tampoco una verdadera derecha; una derecha con pasión política. Igual que en muchas partes del mundo, industriales, banqueros, artistas de cine, que no renunciarían ni compartirían jamás su riqueza, se declaran de izquierda y arremeten contra quien se declare de derecha, una contradicción enorme, su lógica es de inquisición revolucionaria, autoritaria, se opusieron a la cultura alternativa propugnada por el movimiento Segundo Renacimiento creado por Verdiglione”. (Entrevista a Carlos Carralero, parcialmente publicada) (4).

El aterrizaje forzoso

El vuelo de la izquierda ha sido azaroso, pero revolucionario, utópico y perifrástico, larga y batalladora marcha para “tomar el cielo por asalto” y cambiar la historia. El vuelo del cambio prepotente, de Marat a Zola, de Marx a Lenin y Mao, pasando por la revolución bolchevique de 1917, la larga marcha de Yenán y la mística del poder proletario; el vuelo del pathos y el logos, sin Dios, sin lágrimas, razón y muerte, hasta alcanzar “las moscas” de Sastre, las purgas de Stalin, el vanguardismo totalitario castrista y la guerrilla del Che Guevara; cultura del compromiso y la subversión, del poder eterno, de la guerra justificada; el vuelo con versos comunales, teorías obligatorias y falsos cantos de sirena, políticamente correctos. Ese vuelo hasta el culmen del giro inesperado, en la renovación del tiempo, en la Perestroika sorprendente y la caída del muro berlinés; vuelo con sus viajeros fieles, sus disidentes y antihéroes, con sus idealistas y tiranos, con su opio rojo promisorio y su entretenimiento ideológico exhausto. Un aterrizaje forzoso con la nave de los locos rota y sus tripulantes amotinados. El pensamiento viejo fulminado por la industria, la tecnología, la ciencia, la apoplejía teórica, la libertad, la despolarización, los errores de cálculo, las nuevas realidades y filosofías. Un aterrizaje en medio del nuevo espectáculo capitalista. Una parada, no el fin de la historia.

No todo es pasado imperfecto. Hay una izquierda empática gobernante que convive con reyes: el capitalismo social nórdico, Suecia, Dinamarca, Noruega, Islandia, Finlandia, países del bienestar y la providencia, con los más altos índices mundiales de calidad de vida, transparencia y libertad; de Noruega se dice que es el único verdadero socialismo del siglo XXI. E zoon politikón no se detiene. La nueva izquierda se capitaliza como los comunistas chinos, por si acaso fuma la pipa de la paz, todavía le queda Gramsci y Maquiavelo.

REFERENCIAS

1. Peter D. Thomas. “The Gramscian Moment: Philosophy, Hegemony and Marxism”.Brill, 2009.

2. Armando de Armas. “Del totalitarismo marxista al autoritarismo gramsciano” , en: NeoClub Press, http://neoclubpress.com/del-totalitarismo-marxista-al-autoritarismo-gramsciano-0430789.html


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