ACADEMIA BALDOR, HAVANA CUBA
EL PROFESOR AURELIO BALDOR
"Aurelio Baldor era el educador más importante de la isla cubana durante los años cuarenta y cincuenta. Era fundador y director del Colegio Baldor, una institución que tenía 3.500 alumnos y 32 buses en la calle 23 y 4, en la exclusiva zona residencial del Vedado. Un hombre tranquilo y enorme, enamorado de la enseñanza y de mi madre, quien hoy lo sobrevive, y que pasaba el día ideando acertijos matemáticos y juegos con números", recuerda Daniel, y evoca a su padre caminando con sus 100 kilos de peso y su proverbial altura de un metro con noventa y cinco centímetros por los corredores del colegio, siempre con un cigarrillo en la boca, recitando frases de Martí y con su álgebra bajo el brazo, que para entonces, en lugar del retrato del sabio árabe Intimidante, lucía una sobria carátula roja.
Los Baldor vivían en las playas de Tarará en una casa grande y lujosa donde las puestas de sol se despedían con un color distinto cada tarde y donde el profesor dedicaba sus tardes a leer, a crear nuevos ejercicios matemáticos y a fumar, la única pasión que lo distraía por instantes de los números y las ecuaciones. La casa aún existe y la administra el Estado cubano. Hoy hace parte de una villa turística para extranjeros que pagan cerca de dos mil dólares para pasar una semana de verano en las mismas calles en las que Baldor se cruzO con el "Che" Guevara, quien vivía en una casa confiscada a pocas casas de la suya, en el mismo barrio.
"Mi padre era un hombre devoto de Dios, de la patria y de su familia", afirma Daniel. "Cada día rezábamos el rosario y todos los domingos, sin falta, íbamos a misa de seis, una costumbre que no se perdió ni siquiera después del exilio". Eran los días de riqueza y filantropía, días en que los Baldor ocupaban una posición privilegiada en la escalera social de la isla y que se esmeraban en distribuir justicia social por medio de becas en el colegio y ayuda económica para los enfermos de cáncer.
Algebra del exilioEl 2 de enero de 1959 los hombres de barba que luchaban contra Fulgencio Batista se tomaron La Habana. No pasaron muchas semanas antes de que Fidel Castro fuera personalmente al Colegio Baldor y le ofreciera la revolución al director del colegio. "Fidel fue a decirle a mi padre que la revolución estaba con la educación y que le agradecía su valiosa labor de maestro..., pero ya estaba planeando otra cosa", recuerda Daniel. Los planes tendría que ejecutarlos Raúl Castro, hermano del líder del nuevo gobierno, y una calurosa tarde de septiembre envió a un piquete de revolucionarios hasta la casa del profesor con la orden de detenerlo.
Sólo una contraorden de Camilo Cienfuegos, quien defendía con devoción de alumno el trabajo de Aurelio Baldor, lo salvó de ir a prisión. Pero apenas un mes después la familia Baldor se quedó sin protección, pues Cienfuegos, en un vuelo entre Camagüey y La Habana, "desapareció" en medio de un mar furioso que se lo tragó para siempre.
"Nos vamos de vacaciones para México, nos dijo mi papá. Nos reunió a todos, y como si se tratara de una clase de geometría nos explicó con precisión milimétrica cómo teníamos que prepararnos. Era el 19 de Julio de 1960 y él estaba más sombrío que de costumbre. Mi padre era un hombre que no dejaba traslucir sus emociones, muy analítico, de una fachada estricta, durísima, pero ese día algo misterioso en su mirada nos decía que las cosas no andaban bien y que el viaje no era de recreo", dice el hijo de Baldor.
Un vuelo de Mexicana de Aviación los dejó en la capital azteca. La respiración de Aurelio Baldor estaba agitada, intranquila, como si el aire mexicano le advirtiera que jamás regresaría a su isla y que moriría lejos, en el exilio. El profesor, además del dolor del destierro, cargaba con otro temor. Era infalible en matemáticas y jamás se equivocaba en las cuentas, así que si calculaba bien, el dinero que llevaba le alcanzaría apenas para algunos meses. Partía acompañado de una pobreza monacal que ya sus libros no podrían resolver, pues doce años atrás había vendido los derechos de su álgebra y su aritmética a Publicaciones Culturales, una editorial mexicana, y había invertido el dinero en su escuela y su país.
La lucha empezaba. Los Baldor, incluida la nana, se estacionaron con paciencia durante 14 días en México y después se trasladaron hasta Nueva Orleans, en Estados Unidos, donde se encontraron con el fantasma vivo de la segregación racial. Aurelio, su mujer y sus hijos eran de color blanco y no tenían problemas, pero Magdalena, la nana, una soberbia mulata cubana, tenía que separarse de ellos si subían a un bus o llegaban a un lugar público. Aurelio Baldor, heredero de los ideales libertarios de José Martí, no soportó el trato y decidió llevarse a la familia hasta Nueva York, donde consiguió alojamiento en el segundo piso de la propiedad de un italiano en Brooklyn, un vecindario formado por inmigrantes puertorriqueños, italianos, judíos y por toda la melancolía de la pobreza.
El profesor, hombre friolento por naturaleza, sufrió aun más por la falta de agua caliente en su nueva vivienda, que por el desolador panorama que percibía desde la única ventana del segundo piso.
La aristocrática familia que invitaba a cenar a ministros y grandes intelectuales de toda América a su hermosa casa de las playas de Tarará, estaba condenada a vivir en el exilio, hacinada en medio del olvido y la sordidez de Brooklyn, mientras que la junta revolucionaria en Cuba declaraba la nacionalización del Colegio Baldor y la expropiación de la casa del director, que sirvió durante años como escuela revolucionaria para formar a los célebres "pioneros". La suerte del colegio fue distinta. Hoy se llama Colegio Español y en él estudian 500 estudiantes pertenecientes a la Unión Europea. Ningún niño nacido en Cuba puede pisar la escuela que Baldor había construido para sus compatriotas.
Lejos de la patria
Aurelio Baldor trató en vano de recuperar su vida. Fue a clases de inglés junto a sus hijos a la Universidad de Nueva York y al poco tiempo ya dictaba una cátedra en Saint Peters College, en Nueva Jersey. Se esforzó para terminar la educación de sus hijos y cada uno encontró la profesión con que soñaba: un profesor de literatura, dos ingenieros, un inversionista, dos administradores y una secretaria. Ninguno siguió el camino de las matemáticas, aunque todos continuaron aceptando los desafíos mentales y los juegos con que los retaba su padre todos los días.
Con los años, Baldor se había forjado un importante prestigio intelectual en los Estados Unidos y había dejado atrás las dificultades de la pobreza. Sin embargo, el maestro no pudo ser feliz fuera de Cuba. No lo fue en Nueva York como profesor, ni en Miami donde vivió su retiro acompañado de Moraima, su mujer, quien hoy tiene 89 años y recuerda a su marido como el hombre más valiente de todos cuantos nacieron en el planeta. Baldor jamás recuperó sus fantásticos cien kilos de peso y se encorvó poco a poco como una palmera monumental que no puede soportar el peso del cielo sobre sí.
Muerte del Maestro
"El exilio le supo a jugo de piña verde. Mi padre se murió con la esperanza de volver", asegura su hijo Daniel.
El autor del Algebra de Baldor se fumó su último cigarrillo el 2 de abril de 1978. A la mañana siguiente cerró los ojos, murmuró la palabra Cuba por última vez y se durmió para siempre. Un enfisema pulmonar, dijeron los médicos, había terminado con su salud. Pero sus siete hijos, quince nietos y diez biznietos, siempre supieron y sabrán que a Aurelio Baldor lo mataron la nostalgia y el destierro.
(Enviado a LA VOZ DE CUBA LIBRE por Alberto Armando Leon) lavozdecubalibre.comCon mucho orgullo he leido las notas sobre Aurelio Baldor, aunque no tuve el honor de conocer a Aurelio si he tenido el placer de conocer a gran parte de esa prestigiosa y patriotica familia, tuve el honor de conocer en persona al padre Daniel Baldor, que fue RECTOR del Colegio de Belen de la orden de los jesuitas, en el retiro Bellarmino en las afueras de Santiago de los Caballeros en Republica Dominicana,hombre todo bondad y una biblioteca viviente en cuanto a conocimientos, tambien a Maria Victoria "Titoya"Baldor, destacada educadora, dama culta que se radico en Cumana ,Venezuela, a quien desde aqui le reitero mi admiracion y respeto, tambien es justo mencionar en la obra de los Baldor al ilustre Francisco Baldor, educador tambien, patriota integro y tambien persona de un gran corazon, a el le recuerdo con admiracion no solo yo, tambien muchos jovencitos huerfanos de diferentes latitudes a los que ayudo en momentos dificiles , los fortalecio y mostro el camino del exito,desde luego labor tan noble como esa no podria ser llevada sin la ayuda de su esposa,Maria Cristina y su hija Teresita Baldor ,tambien destacada educadora y una gran cubana.
En resumen tantos los ejemplos mencionados como otros mas en la familia Baldor, que siguieron el legado de Aurelio,constituyen un orgullo para nuestra comunidad, es positivo que hablemos de los logros no solo de la familia Baldor, tambien debemos mencionar a muchos otros cubanos ilustres quienes algunos se encuentran aun entre nosotros, para que nuestros hijos puedan ver algo de nuestra no muy lejana historia, que conozcan y aprecien nuestros valores, algunos de los cuales ya no nos podran seguir en el retorno a la patria,ya que nuestro padre todopoderoso los ha llamado a su lado,
Gloria a nuestros cubanos ilustres, gracias a ellos por el legado que nos han dejado, gracias Aurelio y Familia, gracias en nombre de Cuba, nunca olvidaremos.
Pedro Cabrera
En un mensaje con fecha 11/16/03 8:59:40 PM Pacific Standard Time, AlemanGussr escribe:
SIiiiiiii,tengo que hacerle una correccion.- El colegio Baldor,empezo en la calle 23 y 4
mas tarde alquilaron la casa de la misma esquina de 23 y 6.-De alli paso el colegio Baldor a la calle G entre 15 y 17,y ahi estaba la secundaria y tambien la primaria.-
Mas tarde Baldor tambien alquilo la casa de G (en el cuchillo entre Linea y 11)
Ya para ese entonces yo habia salido del colegio y no se si la secundaria la pasaron para la casa de la calle Linea o viceversa.- Señores:
El Colegio Baldor no estaba situado en la calle 23 y 4. Estaba ubicado en la Calle G entre las calles 17 y 15 (primera enseñanza) y la calle G esquina a la calle 11 (no estoy seguro si es Once exactamente). Esta era la calle hacia un cuchillo con la calle Línea cuando encontaba a G.
Los que se acuerden que por favor me corrijan.
Yo fuí uno de aquellos 3,500 alumnos que pasaron por los portales de Colegio Baldor. Recuerdo vívidamente a Aurelio Baldor caminando por los pasillos con su cigarillo.
Recuerdo el dia que me hecho una bronca por que la corbata azul que llevaba no era el azul del uniforme. Lo que me salvo de que me mandáse a casa a cambiar ese dia, fué Aurelito Baldor, uno de sus hijos y compañero
de aula que dió la casualidad que venía algo detrás de mi ese dia y apaciguó
a su padre. Nunca más se me ocurrió ponerme un corbata que no fuese la azul
del uniforme.
¡Gracias Don Aurelio Baldor por la educación que Ud. me dió! ¡Gracias por la moral y la ética que aprendí!
¡Gracias Don Aurelio Baldor! ¡Nunca le olvidaré!
Andrés Orol de la Viña
Westhampton, NY
lavozdecubalibre.com
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